Ella, Agatha, era una gata bastante autosuficiente. Podemos decir que la autosuficiencia fue durante mucho tiempo su rasgo más característico. Su lenguaje corporal también, que podría definirse como increíblemente expresivo. Pero un día, un niño llamado Marcos llegó a la casa donde vive Agatha, y todo cambió. Marcos, de solo 5 años, no sabía nada de autosuficiencia. Él sabía de caricias y mimos.
Sin más preámbulos, Marcos se dirigió directamente a encontrarse con ella, quien miraba desconcertada ante su audacia. Después de unos minutos, Agatha dejó caer la barrera de la desconfianza y comenzó a olfatearlo. ¡Y qué sorpresa la que le esperaba! Marcos no podía dejar de reír. El toque de las zapatillas de Agatha sobre la piel del niño causaba cosquillas increíbles. Instintivamente, comenzó a acariciarla con las puntas de sus dedos suaves, primero detrás de las orejas y luego por todo su cuerpo.
Ese día Agatha descubrió el universo. De repente, algo nuevo estaba sucediendo y simplemente le encantó. Decidida, dejó atrás su traje de gata autosuficiente y desde entonces vistió el traje de gata cariñosa.
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